Mientras tanto, otro iluminado sediento de sangre llamado Simón Bar Giora, consiguió reunir una gran fuerza de judíos descontentos y atacó Idumea devastándola en represalia por las matanzas de Jerusalén. En medio de la guerra contra Roma, el pueblo de Israel se desangraba en inútiles guerras civiles. Cuando Simón Bar Giora llegó a Jerusalén se enfrentó a Juan de Giscala en una horripilante matanza que duró días y días y en la que murieron miles de judíos inocentes, atrapados entre los dos bandos. Para entonces se habían sucedido en Roma Galba, Otón y Vitelio como emperadores en un año y Vespasiano, harto del caos, se hizo proclamar emperador por sus tropas y dejando la guerra al cuidado de su hijo partió para Roma no sin antes poner en libertad a José, el que le había profetizado un año antes que sería emperador y al que se otorgaría más tarde la ciudadanía romana tomando el nombre de Flavio Josefo en agradecimiento a su salvador Flavio Vespasiano. Tito, magnífico general y un auténtico lujo de persona, completó el cerco de Jerusalén con las legiones XII, V y X.
En Jerusalén, los zelotes andaban a espadazos entre sí divididos en dos grupos que se dedicaban a quemarse las provisiones unos a otros. Esas provisiones que hubieran podido ayudar a mantener alimentada a la enorme población refugiada y que ahora veía como los romanos rodeaban la ciudad sin remedio... y sin alimentos. La conquista de Jerusalén fue terrible. Los romanos avanzaron metro a metro sobre un terreno defendido fanáticamente por los judíos en medio de un hambre atroz que mataba más judíos que los propios romanos mientras los hombres de Juan de Giscala, enloquecidos por el hambre, se dedicaban a torturar y asesinar a más y más judíos en medio de una sanguinaria orgía que parecía no tener fin. Tras conquistar la Antonia, Tito ordenó el asalto del último baluarte: el Templo. A pesar de las órdenes expresas de Tito para evitar su destrucción, en medio de la lucha se incendió y quedó destruido. Todos los zelotes fueron ejecutados salvo 700 que fueron enviados a Roma para figurar en el Triunfo de Tito en el que se mostraron al pueblo de Roma los tesoros sagrados del Templo tomados como botín. Simón Bar Giora fue ejecutado en Roma y Juan de Giscala condenado a cadena perpetua.
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